

Cómo editar tus fotos sin perder naturalidad
Cómo editar tus fotos sin perder naturalidad Por Lucas Scheider — Kriterium El retoque fotográfico es un tema fascinante… y
Hay una foto que me acompaña desde hace más de diez años.
Está impresa en Fine Art, 50×50 centímetros.
Tiene un paspartú ancho, un marco de madera negra y vidrio antirreflex.
Me la regalaron una Navidad, y no hay muchas cosas materiales que tengan tanto valor para mí como ese cuadro.
No era solo el gesto.
Era también la foto.
Porque recibirla así, impresa, con ese respeto, con ese cuidado, fue como recibir una obra puesta en el lugar exacto donde tenía que estar.
Y desde ese momento se convirtió en mi foto preferida.
La imagen fue tomada durante la final de la Triple Corona de Polo, en el Campo Argentino de Palermo —la Catedral del Polo—.
Yo estaba ahí trabajando para La Dolfina, en la parte de organización, y tenía mi cámara conmigo. El partido era contra La Ellerstina. Y esa foto, la del cuadro, es justamente de ellos, del equipo contrario al que yo era hincha.
El momento fue fugaz. Una jugada, una mirada, la tensión del aire.
La hice casi sin pensarlo.
Y años después, verla enmarcada, con ese espacio alrededor, con esa textura del papel Fine Art… fue como verla por primera vez.
Ahí entendí que la fotografía no era solo técnica.
Era algo más.
Era tiempo detenido.
Era luz traducida en emoción.
Era la posibilidad de capturar nuestras pasiones, nuestros sentimientos, cómo estamos, qué queremos decir y qué queremos compartir.
La fotografía puede trascender el simple momento del disparo y llevarnos mucho más lejos:
puede invitar al espectador a vivir lo que el fotógrafo sintió.
A recorrer el mismo aire, el mismo ruido, el mismo instante suspendido.
A pasear por un mundo hecho de movimiento, de acción, de temperatura, de espacios, de inmensidad.
Todo eso cabe dentro de una imagen.
Esa foto me sigue acompañando en cada mudanza, en cada casa, en cada estudio.
No por nostalgia, sino porque me recuerda el punto exacto donde la fotografía me cambió la mirada.
Hoy, cuando enseño, suelo decir que la diferencia entre hacer una buena foto y hacer una foto que te quede en la cabeza está en cómo mirás.
En entrenar el ojo.
Por eso insisto tanto con la cultura visual: mirar fotos todos los días, recorrer Behance, Flickr, 500px.
Ver cómo trabajan otros fotógrafos.
Cómo usan la luz, cómo cuentan.
Aunque no lo notes, algo de eso te va quedando. Tu ojo aprende. Tu cabeza empieza a imaginar.
Y cuando llega ese momento —ese clic en el que la técnica se olvida y solo queda lo que estás sintiendo—, ahí empieza la verdadera fotografía.
Eso es lo que buscamos en Kriterium:
que encuentres tu forma de mirar,
que desarrolles tu criterio,
y que la fotografía deje de ser un conjunto de parámetros
para convertirse en una forma de ver —y sentir— el mundo.
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