

Cómo editar tus fotos sin perder naturalidad
Cómo editar tus fotos sin perder naturalidad Por Lucas Scheider — Kriterium El retoque fotográfico es un tema fascinante… y
Por Lucas Scheider — Kriterium
Hoy los teléfonos tienen un nivel de calidad que hace unos años era impensado.
Sensores enormes, profundidad de campo simulada, estabilización, color, rango dinámico.
Y sin embargo, todavía hay mucha gente que se pregunta si “vale la pena” filmar con un celular.
La verdad es que sí.
Vale la pena.
Porque antes de pensar en el equipo, hay que pensar en dónde se va a ver.
Hoy tenemos películas filmadas íntegramente con teléfonos que se proyectan en cines, en festivales, en plataformas, y se ven increíbles.
No tienen nada que envidiarle a producciones hechas con cámaras profesionales.
Y claro, también hay trabajos que requieren otro nivel de control, otro tipo de óptica, otra búsqueda estética.
Pero el punto no es ese.
Lo que más me gusta del celular es la autonomía que te da.
Esa libertad que no siempre existe con una cámara grande.
Puedo llevar el teléfono en el bolsillo y estar creando una película en cualquier momento del día, sin depender de un equipo, de luces, de trípodes o de logística.
El celular nos da espontaneidad.
Nos permite contar historias sin tanta estructura.
Y a veces, esa naturalidad es lo que hace que algo funcione.
Llevar una cámara implica llevar lentes, parasoles, tarjetas, baterías, cables, mochilas, soportes…
Y aunque eso tenga su encanto, también complejiza.
Por eso siempre lo digo: salvo que el proyecto lo requiera, filmar con el celular es más que interesante.
Con una buena configuración —y con algo de criterio— se pueden lograr resultados sorprendentes.
Todo depende del objetivo.
Si querés un trabajo con un nivel de detalle extremo, control de foco, textura cinematográfica y profundidad de campo real, probablemente el camino sea una cámara.
Pero también es cierto que, si el contenido va a vivir en redes, en Instagram, en TikTok, o incluso en YouTube, no tiene demasiado sentido invertir una fortuna en un equipo full frame con ópticas carísimas para mostrar algo que va a terminar viéndose en una pantalla de seis pulgadas.
En definitiva, se trata de entender la necesidad.
De usar la herramienta correcta para cada historia.
Claro que todavía existe cierta resistencia, sobre todo del lado de algunos clientes.
Cuando ven que un filmmaker llega con un teléfono en la mano, y no con un set de diez personas, luces, sliders y cámaras enormes, piensan que el resultado no va a ser “profesional”.
Pero lo profesional no está en el tamaño del equipo.
Está en el ojo, en la planificación, en la edición, en la historia que se cuenta.
Y muchas veces, un teléfono bien usado, con una buena idea detrás, vence al despliegue técnico más complejo.
Hoy, la mayoría de los proyectos que enfrentamos —incluso dentro de marcas grandes— pueden resolverse perfectamente con un celular.
Porque lo que realmente importa no es con qué grabás, sino qué querés contar, cómo lo hacés y qué te hace sentir cuando lo ves terminado.
La cámara es una herramienta.
El ojo, el criterio y la historia siguen siendo el corazón del filmmaking.
Y eso, en Kriterium, es lo que enseñamos:
a mirar distinto,
a contar desde lo que tenés a mano,
y a descubrir que lo que realmente hace grande a una imagen,
no es el equipo…
es la intención con la que se filma.
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