

Cómo editar tus fotos sin perder naturalidad
Cómo editar tus fotos sin perder naturalidad Por Lucas Scheider — Kriterium El retoque fotográfico es un tema fascinante… y
Por Lucas Scheider — Kriterium
Cuando era chico, tendría unos ocho o nueve años, y ya estaba estudiando diseño.
Tenía un profesor particular que se llamaba Cristian.
Me enseñaba Corel, Dreamweaver, y Flash —sí, Flash— para diseñar páginas web.
Usábamos computadoras que no eran grandes cosas, pero servían.
Y aun así, yo soñaba con una: la iMac.
Era el símbolo de lo que quería alcanzar.
Pero en ese momento era imposible.
Mis padres siempre me decían que, cuando fuera grande y trabajara, me la iba a poder comprar.
Y así fue.
Durante muchos años me olvidé de esa historia.
Hasta que, tiempo después, cuando arrancamos con Kriterium, llegó la primera Mac.
Una MacBook Pro que había comprado en México.
Y recuerdo perfectamente la sensación de abrirla por primera vez.
Era como cumplir una promesa que había quedado suspendida en el tiempo.
Al poco tiempo, cuando empezaron a venir los alumnos, muchos se quedaban mirando la computadora.
Les llamaba la atención.
Y me di cuenta de que podía hacer algo más grande con eso: acercar lo que yo soñé a otros que soñaban lo mismo.
Empecé a usar esa Mac en las clases, para mostrar las fotos, para editar, para practicar.
Y muy pronto el estudio creció.
Llegamos a tener seis iMacs, dos MacBook Pro y dos Mac Air disponibles para todos.
Y no solo eso: también teníamos flashes, cámaras, modificadores, lentes, triggers…
Había de todo.
Cada alumno podía usar el equipo que quisiera.
Podían probar, equivocarse, aprender, tocar, sentir.
Eso fue lo que marcó la diferencia.
Porque yo sabía lo que se sentía no tener acceso a todo eso.
Sabía lo que era querer aprender y no poder practicar con las herramientas reales.
Y esa historia —la de un chico que soñaba con una iMac y terminó creando un lugar donde otros podían usar diez— fue una de las historias que más conectó con la gente.
Se compartió, se comentó, se recordó.
Porque no era marketing.
Era verdad.
Eso es lo que quiero transmitir cuando hablo de historias que venden.
No se trata de inventar algo para gustar, sino de contar algo que te represente de verdad.
De humanizar la marca.
De mostrar de dónde venís, qué soñabas, qué te costó llegar hasta acá.
Una historia real genera empatía.
Y la empatía genera conexión.
Y la conexión, con el tiempo, genera confianza.
Y eso, finalmente, es lo que hace que la gente elija tu marca, tu producto o tu escuela.
Porque todos —absolutamente todos— queremos vernos reflejados en alguien que ya pasó por donde nosotros estamos ahora.
Hoy, cuando pienso en Kriterium, pienso justamente en eso:
en que logramos crear un espacio donde los alumnos pueden tocar los equipos, experimentar, equivocarse, y crecer.
Donde pueden tener en sus manos lo que alguna vez soñaron, sin tener que comprarlo primero.
Y eso, más que una estrategia,
es una historia real.
Una historia que nos define.
Y que, como toda buena historia,
no solo vende: inspira.
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